jueves, 1 de diciembre de 2022

Mi ejercicio de creación.

Mi ejercicio de creación.

Hoy en clase de literatura Luisa nos ha explicado cómo debíamos hacer este ejercicio de creación, así que aquí tenéis el mío. 

Me desperté y comprobé que seguía viva. Seguía respirando, aunque con dificultad. Había tenido una pesadilla terrible y me desperté sudada y angustiada. Aunque a ritmo lento, mi corazón por suerte seguía latiendo. Casi se me salían las lágrimas. Era una sensación aliviante el hecho de volver a despertar. Llevaba un tiempo teniendo ese mismo sueño, pero a día de hoy ya he perdido la cuenta de cuánto tiempo exactamente. Se repetía día tras día, pero cada día era un poco más largo que el anterior. Estoy agotada, siento que ya no puedo más. A veces incluso tengo alucinaciones, o por lo menos yo creo que lo son, porque ya no soy capaz de diferenciar lo que es real de lo que no. Cada vez que me dormía parecía que cambiaba de mundo, de dimensión. Ahí estaba yo de nuevo, en aquel túnel donde había ocurrido todo tantas otras veces. Estaba yo sola, y la única luz que iluminaba el interior de aquel túnel era la tenue luz de la luna, que se apreciaba solo a la entrada, yo sabía que no había salida. Tenía miedo, como todas las otras noches había estado ahí. Sabía que iba a volver a suceder y no tenía escapatoria. Mis pies, andaban casi de manera automática, sin yo poder hacer ningún control sobre ellos. Se sentía todo tan real… Me adentraba en la oscuridad y ahí estaba él. La sombra de una figura masculina se encontraba de pie enfrente mía, y lo único que se podía apreciar de él era la luz de su mirada. Me miraba con unos ojos inhumanos, totalmente blancos, los cuáles sólo expresaban maldad. Normalmente él me agarraba y me golpeaba en la cabeza con el mango de un cuchillo, y yo al instante como consecuencia de esto me desmayaba. Sabía que eso era lo que iba a pasar a continuación como siempre sucedía, y a pesar de haberlo presenciado más veces seguía sin estar preparada, pero esta vez no fue eso lo que ocurrió. Aquella sombra siempre hacía lo mismo con mi cuerpo, rozaba mi piel con el cuchillo con el que previamente me había hecho desmayar, y luego comenzaba a rajarla con él. Cuando recuperaba la conciencia me encontraba siempre en el mismo lugar, y siempre un espejo aparecía ante mí. Me miraba a mi misma, desnuda y sangrando, observando aquella frase que un día tras otro estaba rajada en mi piel. “Todavía no eres libre”. Tras verme así finalizaba mi paso por ese mundo y me despertaba. Esta vez fue distinto. No me golpeó, no me desmayé, no me rajó la piel. Me dio la mano. Mi mente quería correr, huir, pero no pude. Estaba paralizada por el horror que sentía en ese momento. Solo me dio la mano un segundo, pero sentí como si hubiese sido mucho más tiempo. Horrorizada, cerré los ojos. Me arrepentí mucho de haberlo hecho, ya que cuando los abrí de nuevo ya no estábamos en el túnel, ya no estaba oscuro y ya no veía sus ojos. Había aparecido en una habitación luminosa de paredes blancas, con varias bolsas de plástico del mismo color, que brillaban más que las paredes de la habitación. Me acerqué a una de ellas y por curiosidad la abrí, encontrándome algo impactante, una masa de sangre, huesos, miembros humanos. En su conjunto parecía ser una mujer descuartizada. El olor que desprendía era repugnante. Estaba horrorizada, no sabía cómo salir de ahí, no había ninguna salida. Pude fijarme que en el resto de bolsas había escrito en cada una un nombre femenino distinto junto a la frase “Soy libre”. Grité con la esperanza de que alguien me escuchara, pero de repente me desperté como siempre. Poco a poco me fui tranquilizando, así que bajé de la cama para ir a desayunar, pero de repente mis pies se detuvieron al mirar el espejo de mi habitación. Era imposible, estaba segura de que estaba despierta, no sabía que estaba pasando, ¿acaso era real? Pensé todo esto, pero sí que era real. Ahí estaba él, esa sombra de mis sueños, parada detrás mía. No tardó en agarrarme fuerte del cuello, y no cesó aquella fuerza durante varios segundos. Cuando vio que a mi me resultaba imposible recuperar la respiración, acercó su boca a mi oído y me susurró…

Vas a ser libre.


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